La solución: el andaluz.

Hace poco tiempo descubrí que hay palabras en castellano que no se pueden escribir. Es el caso del imperativo de salir. Para decir quiero que salgas al encuentro de fulanito no puedo escribir salle al encuentro porque se leería [sá.ye], pero sí que puedo pronunciar [sál.le].

El mismo problema tenemos en el andaluz. Nosotros decimos [dál.le] ¿Por qué? No lo sé, pero se dice ar favó y dal.le a la lu, que no se ve na, hal.lo por mi. Y no se puede escribir.

Este gusto por hacer doble una consonante no es un caso aislado. Mi amiga de Benacazón siempre dice el lotro día y en mi pueblo es común saltarse el semmáforo, lo juro. Afortunadamente los últimos no causan un conflicto de escritura.

Siendo un asunto polémico me enorgullece escribir que el andaluz tiene algunas soluciones:

La primera es hacer de una de las eles, una erre. Como hacemos en me duele lahparda o en me gusta el cardo de pollo. Escrito quedaría sarle al encuentro a fulanito. Sencillo.

La segunda, menos común, es modificar el imperativo original, el que no tiene pronombre. Tal y como hacemos en díceselo, cuya traducción al castellano sería díselo. Aquí hemos cambiado di por dice y luego hemos añadido los pronombres: dice-se-lo en lugar de di-se-lo. Si elegimos esta opción, cambiando sal por sale nos quedaría sale-le en lugar de sal-le: sálele al encuentro a fulanito. De una lógica aplastante.

En fin, que el andaluz es sabio aunque no podamos escribirlo.

 

Marina Julia Martínez García del Moral

agosto 12, 2014

  • Hola!

    Mencanta lartículo, te huro que mencanta, de verdá.

    Ahora sin coñas: es el lenguaje que utilizo para el móvil. ¡En serio! Es rápido de escribir, me sale solo, suena divertido… Tu ejemplo me recuerda a que cuando voy a recoger a alguien y le vas a decir que vaya bajando, no le dices: sal, le dices sarte. Como ésa, tantas… Lo cierto es que es curioso cómo una manera de hablar tan denostada por la sociedad española resulta ser de lo más gustosa de utilizar. A veces pienso si llegará el día en el que nuestro andaluz desaparezca por completo. Sería una pena, ciertamente. Al hilo de los ejemplos que comentabas en tu artículo, también hay palabras que cambian de género, por ejemplo amoto, arradio… Yo creo que esto ocurre porque son sustantivos femeninos: «la moto», «la radio», que al pronunciarse, alguien que desconozca su escritura puede llegar a creer que se está diciendo «la amoto» o «la arradio» y terminan quedando así.

    ¡Saludos!

    • Muchas gracias, David.

      Nunca lo había pensado, pero es cierto que el andaluz es GUSTOSO. ¡¡¡Me encanta cómo lo has definido!!! Yo también disfruto escribiendo como hablo y por supuesto, hablando el andaluz. Y me parece muy buena observación esa que haces de las palabras que cambian de género.

      Muchas gracias por el comentario y ¡por los ánimos!
      Un saludo,
      Marina

  • Pues llevas razón David, y se llama reanalisis morfologico…
    es una reinterpretación de la palabra, como por ejemplo pasa en amoto… como termina en O sucede que, vulgarmente, se tiende a masculinizar, la «a» del determinante «la» pasa a moto…

    la moto —–> l a moto —–> l amoto —> el amoto

    Su forma «correcta» de utilizar sería «el amoto» y no «la amoto»

    Como curiosidad buscad en google «amoto» y veréis que el diccionario andaluz se impone!!!

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