ÍA, MAE
Llamar padre a un hijo es de las cosas más extrañas que he escuchado últimamente.
Hablando con Manuela, de Cantillana, de lo buenísimo que es su Juan me contaba que le decía
“Juan, padre, haz esto”, “Juan, padre, lo otro”. No entendía muy bien por qué si Juan era su hijo, lo
llamaba padre. Y me preguntaba si alguien que no conociera a Manuela podría saber si Juan era su hijo o
su padre.
¿Qué opina de esto mi propia madre?: “Po no se por qué lo ves tan raro. Tú a mi siempre me
llamas hija”. Y no lo había pensado pero, otra vez, tiene razón. Lo mío es más un ía: “mamá, ía, hay que
ve cómo ere”, pero ¡ahí está!, llamo a mi madre hija con bastante frecuencia. Parece que se usa cuando te
quieres referir a tu interlocutor, si hay cierta confianza.
Algo parecido y curiosísimo es el omío de El Viso del Alcor que, según me explican, viene de
hijo mío. Lo cual es raro, porque cuando se trata de una mujer se transforma en omía y no en amía, como
correspondería al venir de hija mía: “Alcora, omía, ¿cómo está tu madre?” (que me corrija si me lee alguien
de El Viso).
En mi pueblo lo suyo es lo de chocho. No es raro ir a un comercio y que la dependienta te
atienda con un “a ve, chochete, ¿qué te pongo?”. Como el polémico miarma, que se usa casi en cualquier
contexto.
Padre, ía, omío, chocho o miarma. Tanto si las reconoces como si no, estaremos encantados de
que nos cuentes cuál se usa en tu entorno.
En Mairena del alcor se dice «mamía», derivado de «alma mía», vamos, como el «miarma» sevillano pero al revés.